RELATO DE UN CORREDOR






21k Cañar

Por: Dennis Cazar Ramírez


Desde hace cuatro años que me dedico a correr, al principio para eliminar esas libras demás que la vida sedentaria te regala, después con el pasar del tiempo por esa paz interior y esa energía pura que te da recorrer kilómetros y kilómetros con sólo tus fuerzas, paso a paso sintiendo que no hay límites sino sólo los que uno mismo se impone y que resultan, con la constancia, siempre más lejanos.

Vine a saber de este reto por casualidad, aunque hay quien dice que nada ocurre por casualidad, la idea me encantó desde el primer momento, correr 21K en cada provincia de este, mi hermoso país, correr por una noble causa, correr por un ideal, por un sueño que espero sea realidad, que todos cuidemos nuestra tierra, que debe permanecer espléndida y llena de vida para solaz de nuestros hijos.

Salimos en la mañana temprano desde Cuenca, en Nazón conocí a todo el grupo, cada uno con su cábala antes del inicio, quien se calienta rigurosamente, quien se frota linimento, quien se estira y quien se concentra y quien, como yo, trata de conversar con todos, saber el porqué viajaron de tan lejos y se levantaron tan temprano un domingo.

La ruta es muy intrincada dice Lourdes, así que hay que mantenerse juntos y seguir a Marco, el de la camiseta roja, que puntualmente parte con el acelerador a fondo y nos deja sin guía, y al tercer kilómetro las flechas rojas también nos abandonan así que nos fiamos de la memoria de Lourdes.

Después de un poco de carretera hasta Biblián entramos en un chaquiñán que un día fue la vía del tren y ahí empieza la diversión, paisajes abruptos, verdes colinas, lodo, charcos y piedras, perros que nos saludan ladrando y nos acompañan por breves trechos; pasamos por lugares que ni las bicicletas podrían recorrer, el sol se esconde tras las nubes y eso es un bien para nosotros, los tres túneles del tren nos reservan sorpresas, después de pisar el primer charco ya no importa mojarse los pies, lo importante es no caerse. El ritmo es bueno, el grupo corre compacto y con buen ánimo, encontramos el primer abasto, un poquito de agua y se sigue adelante.

Durante el trayecto conversamos, bromeamos y comentamos el paisaje que nos circunda, en los lugares más impensables encontramos mansiones con pórticos y columnas monumentales, arcos y terrazas, monumentos a la opulencia de nuestros migrantes, gente que un día decidió buscar un futuro lejos de Cañar, dejando su pasado plasmado en pequeñas casitas de adobe abandonadas a su suerte, recuerdos que envejecen con la dignidad de las nobles señoras, que cuentan de un tiempo donde la vida era diferente, más sencilla y espero más feliz.

De pronto encontramos una iglesia llena de gente y recuerdo que es domingo, un grupo de doñitas con resplandecientes sombreros blancos nos mira con curiosidad, algunos niños corren con nosotros por unos metros, sonríen y se despiden.

Encontramos el tercer abasto y me doy cuenta que llevamos más de la mitad de la carrera recorrida y todas las sensaciones que acumulo no me hacen sentir el cansancio de mis piernas, comemos un orito delicioso y nos lanzamos hacia el tramo final de nuestra aventura, regresamos a la carretera y al fin encontramos una flecha roja. Podemos estar cansados, sudados y llenos de lodo pero nuestro ánimo sigue igual y la música cortavenas de la radio de nuestro amigo que vino desde Esmeraldas nos hace sonreír sin razón aparente.

Los últimos kilómetros pasan rápido, tanto que sin advertirlo me encuentro con la camiseta roja que nos indica que la carrera terminó, siento un poco de tristeza porque se acabó la diversión, dentro de poco se regresa a la realidad cotidiana y sinceramente no puedo esperar a que llegue el siguiente reto en Napo, al que seguramente no faltaré.
Ya sentado en la empresa que me lleva de vuelta a casa miro por la ventana y reconozco los santuarios, las montañas y los pueblitos que recorrí esa mañana, una sonrisa se dibuja en mi rostro, una sensación de paz inunda mi ser y siento que el dolor de piernas valió la pena!!

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