No eran sapitos como los que se oye cada noche en Quito o Cumbayá donde vivo. Eran verdaderos anfibios, ranas, sapos inmensos con un croar respetable, un poco asustador por lo ronco. Pasamos por varias pozas de agua, pantanos bellos con la vegetación todavía intacta, y los sapos respetables croaban.
Los ignorantes secan estos pantanos con el pretexto de que atraen a los zancudos. Al cubrirles dañan la cadena biológica y aparecen más plagas que hacen más daño al ecosistema.
Trotamos parte en asfalto y el resto en terreno lastrado mientras poquísima gente en las calles nos miraba sorprendida. Una periodista el día anterior dijo: en Lago Agrio nunca se ha corrido 21 kilómetros… ¿no pueden correr solo 10?
Llegamos al camino que conduce a la Perla (siglas de Parque Ecológico Reserva Lago Agrio) y comenzaron a sufrir los talones por las piedras y camino irregular. Pasamos por la Reserva y llegamos a san Miguel para retornar a la Perla. Nos mantuvieron hidratados y energizados Manuel y Sisa, abastos y fotógrafos “todoterreno”.
CONTINÚA…
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