NOS SEGUIMOS
DESPIDIENDO
Cuando alisto la carta que va con el cheque del seguro, leo
el nombre de la persona que murió con diagnósticos devastadores como
politraumatismos por aplastamiento… ¿Dios mío cómo permites eso? Sí, estamos de
paso en esta tierra, pero ¿morir así?
Como ellos, todos tenemos dos nombres y
dos apellidos prestados, quizás allá en el Cielo nos llamemos estrella, sol,
nube… aunque Dios dice que tiene tatuado en Él, en su Espíritu, nuestro nombre por tanto que nos
ama. ¿Cómo me llamo para Dios?
Duele mencionar ese nombre de una madre, un padre, de hijos… y es doloroso
escribir que nos unimos en un abrazo de paz con los que quedan aquí por un
tiempo más, para que cumplan el sueño que tenía “luna” o “turquesa”, que ahora están
sonriendo con Dios.
Vamos en el
último mes del año y si miramos atrás podemos afirmar que el terremoto del 16
de abril fue lo más duro del 2016 y de la década. Y en la vida de muchos, lo
más duro que hemos vivido en Ecuador.
Nos seguimos
despidiendo de nuestros hermanos, y de la próspera tranquilidad que se vivía en
Manabí. Volveremos a levantarnos, pero tenemos en la piel la sensación de que
somos mortales y que con la naturaleza no se juega.
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