EL CRUCE 2017


 RESEÑA DE EL CRUCE 2017
Bariloche Cerro Catedral Argentina – Paso El Manso Chile – Cerro Catedral
1 al 3 de febrero




Oigo los patos desde la mañana cuando por fin largamos ida y vuelta de Chile después de correr ahí 3km fronterizos.

Les oigo graznar otra vez en la noche, entre las respiraciones y ronquidos de los corredores de otras carpas. Un pedazo de tela nos separa. Esto también requiere adaptación –pienso- y no creo que cualquier personaje pueda resistirlo.

Estoy 6ta en mi categoría y esta vez va a ser difícil remontar, como me dice Nelson Ortega, el entrenador de Neuquen que conocí en el 2014. Su pupila, Luciana Urioste, va #1 en la general y él también está puntero en su categoría. Sí me importa, claro, pero he tenido momentos de éxtasis, de sol y libertad. De surrealismo: en el desfile de banderas en Cerro Catedral, mientras llevaba la bandera de Ecuador; al encontrarnos con la Maló y el Lucho; en la largada del Bolsón.



Hago el recuento del día. Dios me premia digo, porque me lleva a sitios mágicos, maravillosos, que además quedaron pendientes la vez anterior.

Claro que en el km 23 ya nada tenía gracia. Comí sal, comí un micro-sánduche, remolacha, fruta y de pronto ya estaba con fuerza y corrí, corrí, corrí. La primera llegada: mágica. Por el río, entre las rocas, mojándonos los pies cansados.


Mis compañeros ecuatorianos, Aguita y Rodrigo, me recuerdan que hay que cumplir lo que nos enseñó el Gonza Calisto: comer fruta antes de que se acabe la “ventana de recuperación”; ir al lago a enfriar las piernas; proteína o recovery drink; lavar la camiseta de competencia sino no se alcanza a secar; cargar el reloj; comer más fruta, merendar, cenar, dormir. Se pasa relax en el campamento.

Pero el terror de lo que nos espera mañana me agarra. Será el peor día: 33km en la cordillera.

***
Cuando largamos el segundo día, me puse a llorar. Era una belleza todo, el lago Los Baqueanos estaba con una luz de un azul opaco mágico, y teníamos el privilegio de correr por ahí rumbo a las montañas. Me acordé de Frodo y su viaje, y me sentí valiente.


Cuando la Aguita y el Rodrigo ya estaban en el Rosario número tanto, - pues todos coincidimos en que habíamos rezado- yo ya estaba mejorando y agradeciendo, asombrada por tanta belleza. Dolor sí, full. Pero alucinada de los paisajes en la cordillera de la Patagonia, los lagos abajo y el Tronador, nevado y brillante.


Al ver el lago Gutiérrez a lo lejos, sentí que ya llegué. Pero cuidado, la última parte puede traer sorpresas y así fue. De repente me perdí. Empecé a oír los gritos de una chica, era Andrea de Francia. Estaba entre unas matas con espinos, perdida también. Le ayudé y nos alcanzó Ariel de Brasil. A ella yo le había visto recogiendo basura, quitando troncos del camino para ayudar a los corredores… me dijo que estaba lesionada e iba despacio. Otros corredores estaban por ahí siguiendo una ruta sin señalización. Nos encontramos con Juan, un corredor argentino experimentado que nos fue guiando. Al fin vimos señales y a un voluntario que nos indicaba el sendero. “Cambiamos la ruta porque estaba muy larga y recién la marcamos” nos dijo.

Qué mal pero ya estamos en esto. A seguir. Corrimos hasta la llegada con un resultado poco alentador: voy 7ma, dos uñas negras, ampollas y 2 horas de penalización por el recorte de ruta. Pero tengo nuevos amigos y me siento contenta.

Todos andamos lastimados y dolidos. Tanto es así que el Rodrigo va a la enfermería. La Aguita me da una pomada de caléndula y después del proceso de recovery, del lago de agua helada y un almuerzo tardío, hago la siesta. Oigo como los uruguayos se reúnen a tomar mate, son grupos grandes de amigos. Hay mujeres de mi categoría e incluso mayores con un físico increíble que me ponen la vara alta. Se nota que son unas duras porque aparte de sus músculos, tienen un bronceado de páramo y no usan medias de compresión.

8pm y no oscurece, hacemos estiramientos, cargamos reloj, celular, cámara; algunos bailan con la música electrónica del DJ y los corredores vecinos son simpáticos y respetuosos.



***
Tercera partida, hermosa, último día y con llovizna. El lago Gutiérrez, precioso. Verificación de lo reglamentario en la mochila, y largada!

Con los nuevos amigos y amigas de dos días corrimos en el bosque por senderos sube y baja que en otras circunstancias sería hermosos, pero hoy me costaban demasiado. Mis gemelos estaban tiesos aunque calenté un poco. Debí calentar más.

La Aguita y el Rodrigo ya estaban lejos. Comí mis blocks y volví a la carga. De repente, todo había cambiado. Me sentía más fuerte. Mis gemelos estaban calientes y podía correr y saltar troncos. Comencé a pensar que los 20km que me faltaban serían maravillosos y que al fin llegaría triunfante a Villa Catedral después de coronar el Cerro.

Me acordé de caminar 100 pasos y correr 200. Poco a poco sistemáticamente, se llega lejos. Me acordaba del Francisco, nuestro auspiciante, que decía: piano piano va lontano. Así fui, entregando el corazón. Pasé como a 30 corredores que caminaban penosamente con sus bastones. Yo ya no caminé más, solo corrí. Era igualito que el camino al Hito desde la Merced. Y a menor altura.

Cuando iba en el sufrimiento de los primeros kilómetros decía en voz alta: ¡gente, amigos de Ecuador, todos los que me escriben en FB y Twitter, en el chat, familia, hagan fuerza por mí! Y me llegó su energía. 

La llovizna preciosa me acompañó. Tan concentrada bajé que de pronto mi reloj marcaba 5:05 - 5:04 - 5:00 el kilómetro. Entré en la meta y lloré sin parar. Me olvidé de sacar la bandera que ya iba 3 días sudando conmigo en la mochila. Tanto lloraba que una voluntaria me abrazó: llorá, shorá, esto es alegría por cumplir la misión, shorá. Lo lograste, llegaste, shegaste!


***

Han pasado 24 horas y estoy casi recuperada. Mi cuerpo generoso me acompaña, fue duro pero no más que una maratón y no más duro, ni comparación, que el sedentarismo y la mala alimentación. Eso sí es destruir el cuerpo.


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