La llegada estuvo espectacular pues Gladys Granda, encargada del Parque, nos había preparado un paseo en canoa por la laguna Psasa Pari Jaira, nombre nativo. Nos transportamos a un santuario de silencio, paz y vida silvestre. Me di cuenta de que esa es la razón de nuestro esfuerzo físico al correr 21 km cada mes, y el sacrificio mental que implica la coordinación del proyecto. Vale la pena luchar por el bosque tropical y sus miles de especies. Sentí orgullo de ser dueña de ese paraíso. Estuve cerquita del cielo, y creo que todos pensamos igual y nos dejamos llevar por esa calma que transmite la naturaleza.
Todos a excepción de Andrés que seguía contando sus anécdotas y la palabra Libertad como cierre.
Vimos como las pirañas se comían en segundos las migas de pan que José Quezada, el conductor de la camioneta, les tiraba. Tratamos de ver los caimanes y las boas, pero solo salen cuando hace sol. Aquí entre nos, mi lado ciudadano agradecía que estuviera lloviendo…
CONTINÚA…
Comentarios
Publicar un comentario