El rato del agotamiento, tengo una tira de la mochila que va
dándose contra mi hombro y ya no la soporto. Me estresa esa mínima
molestia que en otra situación me valdría y no me diera ni cuenta.
Así es
la vida. Cuando estás estresada, cuando estás agotada, cualquier cosa mínima,
acontecimiento o persona, te hace explotar. Un descanso, una entrada al río, un
pit, y todo mejora.
A partir de las 10 horas de trayecto, el cuerpo queda dado
cuerda. Ya no protesta, solo sigue. Es como un tercer o cuarto aire. Qué
generosidad está dentro de cada célula. Ya no es ni la mente que hace raaato
protestó, y no es la razón, que si le preguntas, te insulta.
Es todo el sistema que despierta porque no tiene otra
alternativa. Y cuando al final del día se hinchan las piernas, los ojos, es
porque retuvo líquido con la intención de impedir la deshidratación total. Qué
sabio cuerpo. Y si más tarde siente calma y descanso, vuelve a liberar
líquidos, vas varias veces al baño, lloras, te aligeras.
Me iba preguntando qué aprendí de esta “gesta épica” y es
que Ecuador tiene los caminos más alucinantes y variados para el trail. Que el
cuerpo se renueva si la “tormenta” es una vez al año, dos máximo. Y que si no me pierdo puedo tener una buena posición y bastante diversión.
Quiero más de esta guerra salvaje. Amo estos senderos como los
8 kms de culunco o como los cerros de aire puro del 2do día: a 900 metros de
altura, con niebla y oxígeno, que es el hábitat natural del ser vivo. Como dijo
el Santi, un amigo corredor: “¿Dónde estaban esos caminos?” Y esas haciendas de
costa con lodos, ríos y bajadas del bestia!?
Saltando con los bastones, me resbalo-me caigo-me levanto-me
ruedo-me levanto y así varias veces. El río del 3er día recuerdo con gozadera.
En Atahualpa, un cerro verde con fincas sombreaditas de plátanos, enredaderas
con flores. Siento como cuando era guagua corriendo en el Pichincha, la
sensación de libertad. De poder.
En 3 horas de trotar con ritmo veo el mar, al fondo. Iba
justo con el corredor poeta, que luego escribió: “Mi sonrisa me dice que estoy
en el camino correcto”.
Verdadera risa cuando veo la meta y al Santi y al Manu recibiéndome. Estoy en lo correcto. ¡Dios es grande!
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