UN TIBURÓN ME ENSEÑÓ LA HUMILDAD

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 Le estábamos debiendo mucho a la vida y llegó el momento de pagar.

En alguna ocasión Nelson Vásquez me contó que nadando en Galápagos un tiburón le mordió el pie derecho. Me dijo que a ese tiburón le debe la vida porque le enseñó algo maravilloso: la humildad.

Nelson es el primer ecuatoriano en completar un Ironman hace 21 años. Después hizo dos veces el doble Ironman y fue Inca Man de América, entre otras hazañas. Iba a competir un doble olímpico en Alemania este mayo. No ha dejado de entrenar y de transmitir su pasión por el deporte.

 “Soy deportista por curioso”, –dice. Nació en Ibarra, y todos los días veía el Imbabura desde el comedor de la casa. Cuando tenía 11 años, preguntó a los mayores del barrio ¿qué se ve desde la cumbre? y le dijeron: se ve el mar.

Como quería conocer el mar se empecinó y subió hasta coronar el volcán. Pero arriba solo se veía una parte del lago San Pablo. Al regreso les reclamó a los ancianos por no decir la verdad y ellos confesaron que así mismo les habían mentido a ellos.

 “El curioso se plantea retos. Escuché del Ironman de Hawaii y mi inquietud era ¿por qué nadie en Ecuador lo ha hecho? Y dije: voy a hacerlo yo. Ahora, en la pandemia, nadie limpia los senderos del Parque Metropolitano, entonces dije: voy a hacer yo”.

“¡Salud y energía!” dice en cuanto te ve. Y te invita a las montañas a las cuales pide permiso al iniciar el ascenso. Con Nelson conocí los culuncos de Abraspungo, la Penitente, varias cascadas, coroné el Pichincha, siempre en compañía de otros reclutas de todo calibre.

Él considera que, si alguien no encuentra el motivo para salir a hacer deporte, solo necesita un amigo que lo enganche. “Si sales un día que ha llovido, ves el vapor de la tierra. Es la vida. Un árbol es vida porque vino de una semilla. De una ramita crece un rosal”.

Recién le llamé. Le dije que me hablara de esa lección que recibió en Galápagos: “Yo estaba en la punta de la ola como triatlonista -me dijo en un Zoom entrecortado- iba a participar en el Gran Fondo de Italia. Tuve un frenazo que me mantuvo parado tres meses”.

Con ese buen humor tan suyo, agrega: “a cualquier ser normal le muerde un perro, no un tiburón”.

Fue en Tortuga Bay a las seis de la mañana, hora en que los tiburones salen a comer. No son peligrosos, pero Nelson cometió ese error y, de repente, sintió que unas sierras desgarraban su pie, tanto que poco le faltó para perderlo.

Y señala: “así es como el coronavirus nos está enseñando a toda la humanidad a ser humildes, a reconocernos frágiles”.  

“El peor obstáculo es el miedo”. Nelson tiene la capacidad de hacerle creer a la gente que puede. “Todo comienza con el intento. La gente que ha entrenado conmigo sigue haciendo deporte de largo. Les inyecto una filosofía de vivir, de ser felices. El deporte es la ilusión que nunca termina, un nuevo día es un nuevo entrenamiento.”

Su alumna, Carmen Elena Pérez, dice que “Nelson nos entrena, pero sobre todo nos cuida”.

Así es, Nelson entrena la voluntad, con lógica, sin tanta tecnología. A sus alumnos y alumnas los quiere activos. Según él, de nada sirven demasiadas repeticiones. Él descubre el ritmo de cada alumno y no los lesiona.

“Un buen deportista es el que ha competido todo el año, no tres meses y el resto, lesionado en fisioterapia y sin poder entrenar.” Y cita a un amigo suyo con quien concuerda: “el deporte es un puente para conectarse con Dios… El Inca Man lo gané por la convivencia que tuve con Krishna, la intimidad a través de su mantra”.

Conversamos más de la pandemia. Nelson considera que este tiempo de confinamiento mide la calidad humana. Apreciamos lo bueno: el parque, la salud, nuestro tiempo en familia.

Y señala categóricamente: “Solo cuando te lastimas, evolucionas. Ahora le tocó el turno a la naturaleza, a los pájaros, a las abejas. Así que no me importa si esto dura un año o más, porque le estábamos debiendo mucho a la vida y llegó el momento de pagar.”


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