Revisa en Primicias: https://www.primicias.ec/noticias/firmas/vida-normal-pulga-torres/
Fumaba todo el día, pero decía que no era fumador. Decía que no tomaba pero, calculando, era una botella de whisky a la semana.
Contigo corrí 1500
kilómetros antes del Cruce de los Andes. ¿Qué kilometraje tenías en el
mundo de la farra? Así comienza la conversación con
mi colega corredor, Fernando “Pulga”
Torres.
Fumaba todo el día, pero decía que no era fumador, solo 40 cigarrillos diarios. Decía que
no tomaba, solo soy tomador social, lo que no explicaba era que tenía una vida
social intensa. Calculando, era una
botella de whisky a la semana.
Eso es ser alcohólico.
Tenía 30 libras más
que ahora, era panzón, la lata de cerveza se quedaba parada en la barriga.
– dice.
Pero era feliz, caía bien a todo el mundo, hacía pendejadas
de vez en cuando, era el último en salir de las farras, mis relaciones eran muy
buenas, jugaba tenis, no tenía problemas en mi casa, tenía amigos, era exitoso
en mi trabajo. No había razón para
quejarse. Una vida ‘normal’ como la de mucha gente”.
Como neurólogo, Fernando atendía
llamadas a medianoche, sin poder salir de vacaciones o volviendo antes de
tiempo si sonaba el beeper y el caso
era grave.
Los 10 años que estuvo en el
Ministerio de Salud fueron tan demandantes que, por ejemplo, durante el Fenómeno del Niño, pasó 37 fines
de semana en la zona de desastre, atendiendo la epidemia de cólera y
dengue.
En suma, el Pulga
cumplía todos los requisitos para sufrir un infarto o alguna otra
enfermedad grave.
Distintos signos en varios momentos de esa etapa le llevaron
a pensar en un cambio de vida. Una noche
que salía del Ministerio, tarde como de costumbre y dispuesto a trabajar dos
horas más en la casa, tuvo que parar en el semáforo.
Al lado se paró también otro auto con amigos suyos, “me
preguntaron cómo vas, cómo están en la casa. Yo saludé, dije bien y seguí. Mi
siguiente pensamiento fue: ¡no tengo idea de cómo están en la casa!”
Al dejar su trabajo en el Ministerio, volvió a armar el
consultorio, pero no tenía pacientes. Poco a poco, el doctor Pulga fue recuperándolos,
pero para esto ya tenía otro panorama de la vida.
Ahora, además de su
cátedra de neurología en la USFQ, es entrenador certificado en triatlón, trail,
bicicleta y atletismo; y estudia una maestría en nutrición.
Imago es su
misión, es un servicio personalizado que aborda a los deportistas con esta
pregunta: ¿por qué quieres correr esta
competencia? ¿Cuál es tu objetivo de vida? Si es que quieres ser el mejor
ironman, estás en el sitio equivocado. Si dices que quieres ser una mejor
persona, un mejor papá o mamá, empleado, jefe, entonces, trabajemos en eso.
Diez años atrás, su padre, con la enfermedad de Parkinson, y
su hermano, caminaban a diario en La Carolina. “Un día me dijeron: ¿nos puedes
llevar tú? Fui y mientras ellos
caminaban me quedaba fumando en el carro”.
Algún rato dije ‘buenoff
yo también caminaré’, y eso hice tres semanas. Luego dije: ‘comenzaré a trotar’, pasaron ocho semanas y logré
trotar 10 minutos seguidos.
Le pregunto al Pulga, ¿cuándo dejaste de fumar? ¿Y de tomar?
Y comenzaste a correr duro y luego maratones, ultramaratones…
El 22 de julio del 2011 estaba fuera del aeropuerto a punto
de embarcarse para ir de vacaciones con su familia. Eran las 10 de la mañana y el Pulga se fumaba el décimo tabaco del
día. En eso su hija Carmen Elena le llamó para entrar y le dijo “pero deja
de fumar”.
“Perfecto, le dije,
dejo de fumar. Ese rato boté 4 cajetillas y 3 fosforeras y dejé de fumar. Fue
maravilloso. Cada mañana, no importaba en qué ciudad, yo salía a correr. En
Madrid, al Retiro. Venecia la conocí corriendo. Es indescriptible trotar 6h30 de la mañana por los Campos Elíseos,
con mapa para poder regresar”.
Si para cruzar los Andes de Chile a Argentina entrenó 1500
kilómetros, para La Misión hizo más distancia y, en volumen de tiempo, mucho
más para los ironman. “Es la emoción de
lograr la meta y hacer lo que uno cree que debe hacer”. Y continúa con una gran
sonrisa: “Yo era un tipo normal, ahora
soy un bestia antisocial que hago cosas extrañas”.
El Pulga se prepara para
correr en febrero la maratón de Fort Lauderdale con sus hijas, en julio el Ironman 70.3 de Manta y en septiembre el Ironman completo en
Italia.
“Yo sé que le hace el deporte al cuerpo: le protege de
atrofias, de degeneraciones, de pérdidas que se van dando con la edad; protege
los huesos y así no se descalcifican tanto. Los sistemas cardiovascular,
respiratorio, circulatorio están absolutamente fortalecidos. Pero lo más
importante es qué le hace a la mente, a
cualquier edad: le da ilusión y vida, porque mañana hay algo nuevo que hacer”.
El
detonante para correr una maratón surge de pronto, cuando menos te lo esperas.
Por eso hay que estar atentos a los signos que te da la vida.
Así le llegó al doctor Pulga: “Un grupo de amigos fuimos en
moto desde Quito a Bariloche. Estábamos tomando café en un hotel y en la mesa
de al lado estaba una chica de unos 40 años, flaquita, con faldita y le acompañaba
un chico”, recuerda.
“Nos pusimos a conversar, hablamos de los retos que hay que
cumplir y me dijo: quiero conocer tu moto, dije: se me hizo el viaje, redondo.
Ella se levantó con muchísimo dolor, caminaba con dificultad, le pregunté qué
te pasa, y me dice: ‘es que ayer corrí la maratón del Cerro Catedral’. Llegamos a la moto y le dije ‘tal vez no
nos volvamos a ver, pero te prometo que en menos de un año yo corro una maratón’.
Esa noche me inscribí a la 1era maratón de mi vida, la Marine Corps de Washington”.
Debió ser el lugar o la chica, o los dos, confiesa el Pulga.
Pero, hice el click.
Comentarios
Publicar un comentario