Jean-Martin, el desayuno en Palugo y los ratones

 

foto: Asociación Nahual - Hda Palugo

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Jean-Martin Fortier y su esposa Maude alquilaron unas tierras y crearon una mini granja ecológica en Quebec, Canadá. En ese entonces vivían con su bebé en un tipi, que es una carpa de piel de animal, usada por los indígenas de Canadá y Estados Unidos.

Sus padres estaban preocupados por su forma de vivir. Ellos eran urbanos y pensaban muy distinto a su hijo y nuera. Pero al final los apoyaron.

“Fuimos superando las dificultades de ser pioneros en la agricultura orgánica. Siempre aplicaba las palabas de mi madre: “Cuando las cosas se ponen duras, la gente dura se pone en marcha”.

Me recordaron a la época en que mi esposo, mis dos hijos y yo vivíamos en el Pichincha, en una casa sin electricidad ni agua corriente. Teníamos una huerta, gallinas y chanchos. Hacíamos quesos y los vendíamos en Quito. Era muy trabajoso lograr cuajar la leche, con las manos metidas en la olla, colocar el queso en los moldes, y esperar su maduración. Quedaban por unos días sobre un mueble y cuando estában listos, salíamos en la moto a hacer delivery.

Empezamos a sospechar que había ratones porque los quesos tenían cortes y raspados en los filos. A poco, descubrimos que mi hijo Francisco era el ratón… se ponía de puntillas y pellizcaba los quesos que estaban a su alcance.  

Cuando ibamos a la “civilización”, me juntaba con mis hermanas y amigas y conversábamos de lo que teníamos en común: los hijos chiquitos. Les oía sobre lo cansado que era que dejaran el pañal, rogarles para que comieran y se bañaran. Y yo les contaba que lo bueno de vivir en el campo era que los chicos aprendían rapidísimo a hacer pipí en pleno potrero. Además, ibamos a ver como comían los chanchos y era tal su forma de devorar la comida que se les abría el apetito a mis dos cachorros y también devoraban su almuerzo. Del baño ni hablar, porque era esporádico y con balde y jarra.

No había televisión en la montaña y la única distracción era leer en la cama a la luz de las velas, lo cual duraba poco.

Volviendo a Jean-Martin, tiene en la actualidad una finca propia que alimenta a 200 familias con productos orgánicos, sin químicos de ningún tipo. “Cuando a alguien no le gusta un producto, lo intercambia por otro. Así no hay desperdicio. En los países desarrollados hay un 40% de desperdicio de comida…”

Él escribió el libro El Jardinero Horticultor que se inspira en el best seller El Horticultor Autosuficiente, de John Seymour, mi libro de consulta cuando era campesina.

Dice Jean-Martin: “Cultivar un huerto es terapéutico y divertido, además es el mejor ejemplo cercano de la sostenibilidad.” Según él, la pandemia nos mostró la necesidadad de producir nuestra propia comida y no depender de los supermercados. 

Hace un tiempo fui con un grupo de “urbanos” a visitar la Finca Orgánica Palugo, cerca de Quito. Sus promotores, Marcela y Michael Dammer, nos preguntaron: ¿qué desayunaron hoy? ¿de dónde venía cada cosa que comieron?

Ellos habían desayunado pan con harina integral orgánica, leche recién ordeñada de vacas que comen solamente hierba y sobrealimento sin químicos ni aditivos, queso elaborado allí y los huevos recogieron esa misma mañana del gallinero. El café y las frutas venían de productores locales que no usan químicos.

Alimentan a 30 familias y capacitan a niños, jóvenes y adultos acerca de permacultura, deportes de aventura y vida natural.

“A los estudiantes que vienen del extranjero les hacemos un ‘solo’ de una hora y hay un ‘solo’ de 3 días que pasan día y noche con agua, sin bolsa de dormir, la noche titiritando, el día durmiendo. La idea es encontrar un espacio de silencio, no querer estar en el apuro de lograr y producir…”-explica Michael.

En Instagram, Finca Orgánica Palugo se presenta como una finca en los Andes con agricultura regenerativa y sustentable. Sus fotos dan frescura ¡y hambre!

Ahí está un video titulado En busca del sentido común, en el que Thomas Dammer, hermano de Michael, comenta:

“Es agradable ir donde están los animales, es un lugar tranquilo donde se puede respirar aire fresco y cuando se cambia el puesto del gallinero, lo que queda es fertilidad, hierba, diversidad. Sean gallinas, vacas, chanchos, si son manejados al aire libre, sus comportamientos naturales nos ayudan”.

En efecto, todos los animales pastan tranquilos en los campos de Palugo, hasta que termina su ciclo de vida.

“La manera como se producen los alimentos, eso hay que ver el rato de comprar y consumir. –dice Thomas en el video. Somos parte del todo, de esa inteligencia, de ese sistema”.




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