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En
estas vacaciones de fin de año hemos conocido dos parejas que decidieron dejar
Quito para vivir y trabajar a orillas del mar.
Fernando
y Teresa se pusieron un lugar de café; Fabricio y Evelyn, un restaurante. Suena
hermoso y tal vez sea el sueño de muchos, pero tomaron la decisión empujados
por circunstancias que no esperaban.
La
pandemia, una quiebra, el cierre de la empresa, la partida de los hijos
adelantó su plan de retiro.
Integrar
las finanzas a la vida no es solo registrar los gastos diarios, sino también analizar
dónde estamos, qué queremos, qué cambios vamos a hacer en nuestra vida.
La
experta financiera Valeria Arellano y el motivador Kike Delgado, en su taller
de presupuesto espiritual, nos dicen que hay que fijarse en lo siguiente:
1.
Los recursos con los que contamos:
¿En
una palabra, cómo fue 2022? ¿Mis recursos fueron suficientes, limitados,
desaprovechados, improvisados, multiplicados, incomprendidos?
Tal
vez eran suficientes, pero los desaproveché. O quizás traté de multiplicarlos,
pero no hubo manera.
¿Nos
alcanzará el dinero y la fuerza para la vida que queremos?
¿Nos
alcanzará con las relaciones que tenemos? ¿Qué sucedería si nos mudamos como lo
hicieron Teresa, Evelyn y sus parejas?
O si
nace un nuevo vínculo, hay un casamiento en la familia, un bebé, se desmorona
una relación o recibo un ascenso laboral. Cómo nos planteamos manejar esos
cambios.
2.
¿Qué valores quiero que rijan nuestra vida?
Haciendo
un inventario de recursos y valores, nos damos cuenta de que, sin motivación y
sin una serie de afectos, poco haremos para mejorar nuestras finanzas. Somos
integrales, no podemos pensar solo en diversión o dinero para el cumplimiento
de nuestros sueños. No todo es material.
Necesitamos
creatividad, conocimiento, constancia, también deseo de aventura, de
contribución, fe, autoconfianza y mucho humor.
¿Cómo
queremos vivir, amar y servir en el 2023? ¿Nos alcanzarán estos valores y recursos
afectivos, o debemos reforzarlos?
Somos
de barro y podemos moldearnos. Nos rompemos y volvemos a unir los pedazos.
Podemos
abrir un espacio en nuestra vida para una comunidad espiritual que tanta falta
nos hace. Podemos plantearnos la meta de colaborar con nuestros padres ancianos
sin afectar nuestro presupuesto monetario. O motivarnos para aprender a tejer,
pintar, jugar pádel, con los hijos adolescentes.
3.
Quiénes somos, qué talentos tenemos.
Si
ponemos a trabajar nuestros talentos, somos felices. De niños nos daba alegría
terminar de pintar algo, y orgullosos se lo regalábamos a nuestra mamá, papá,
abuela…
El
niño sabe cuál es su talento. El adulto se olvidó. En cambio, sabe muy bien sus
defectos y eso muchas veces lo bloquea.
Ahora
debemos otra vez encontrar para qué somos buenos. Y si planificamos, van a salir
las cosas, avanzando poco a poco.
4.
Hacer nuestro presupuesto afectivo.
Es
algo tan enriquecedor hacer el presupuesto afectivo: a quiénes hemos cuidado, a
quienes queremos, quiénes nos han llenado y nos cuidan. También quién nos hirió.
Hacer ese inventario y pasar por alto lo que duele.
Está
bajo mi control.
Si tenemos
ansiedad de gastar compulsivamente, algo falta en nuestra parte afectiva por
eso la llenamos con cosas materiales. Igual si vivimos malhumorados.
En
las redes vemos en un minuto la cuenta de un o una influencer, de alguien que nos
vende moda, salud, vemos la cuenta del papa Francisco o del futbolista famoso,
de un carro del año o de finanzas personales.
Según
Kike Delgado, de la cuenta Take me Back, “el Internet vino a democratizar la comunicación,
pero también la envidia, la tristeza, la falta de saciedad”.
Nos
venden sueños que no son nuestros. Hay cosas que creemos que debemos comprar y
no cuestan, están ahí, como la montaña con sus flores y pájaros, lista para que
la disfrutemos.
¿Tengo
deudas con mis sueños? ¿Qué me debo a mí mismo y no he pagado?
Entrar
al año nuevo como un barco de papel, sin norte, es un error. Al primer viento, me
pierdo.
Por
eso, pensemos en sueños legítimos, nuestros, desde la sobriedad. Y aseguremos la
manera de cumplirlos.
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