Reflexiones constructivas y regenerativas de fin de año
Celebramos la navidad y el fin de año con nostalgia, alegría alterada, también tristeza. Es un tiempo de emoción, sentimientos encontrados. De cierre de metas y propósitos, de evaluación de nuestra economía.
Es como una agenda que se ve deteriorada por el uso, esperando la nueva, de páginas limpias.
Además, sentimos que cada vez es más rápida la transición de un año a otro.
Por eso proponemos algunas reflexiones para pasar esta etapa con ánimo, esperanza e ilusión.
1. Voy por buen camino: por algo estoy donde estoy. Así sienta frustración por la crisis energética de mi país, o por la economía de altibajos, tengo la certeza de que soy capaz de sostener la misión encomendada: mi familia, mi trabajo, mi vida diaria. Nadie más puede ocupar mi lugar.
2. Si tendría la posibilidad, ¿qué cambiaría? Me despertaría más temprano, dejaría de preocuparme de qué cosas, actuaría diferente con mis padres, mis hijos, mi pareja, mis hermanos y amigos. ¿Qué haría los fines de semana? ¿Seguiría malgastando mi dinero? Ocuparía el celular menos tiempo y me interesaría más por el arte, la naturaleza, la comunidad. Respetaría al otro, juzgando menos. En fin, cómo viviría mi vida, si podría hacer cambios.
3. Cambiar un aspecto de la vida lo cambia todo. Voy a eligir un rincón de mi casa para crear, pintar, meditar, con el fin de cuidar de mi mismo. Y descansar allí en los últimos días del año y los primeros que están llegando. Me voy a dar la oportunidad para no pensar y solo reparar la mente de sustos, preocupaciones y pensamientos negativos.
4. Voy a celebrar y voy a iluminar mi día. Quiero sentir alegría, compartir con otros, utilizar mis sentidos, oler, tocar, sentir, escuchar, con agradecimiento y ver más allá de lo visible. Esta época de luces me invita a pensar en la magia, en la maravilla de cada persona que me rodea y en su amor. Voy a celebrar preparando una comida especial e invitando a mi mesa a alguien nuevo, o alguien que pueda necesitar compañía.
5. Recuerdo lo bueno y lo malo porque es parte de mi historia: mes a mes, mi familia, mis relaciones, mi economía, mi fe, confianza, libertad, pasión, miedo, enojo, dolor, asombro, curiosidad. Solo con la experiencia puedo mejorar sin caer en el victimismo. La memoria está para recordar y cuando pasa el tiempo y he asumido las consecuencias de lo vivido, se disipa el sufrimiento. Es inútil traer de nuevo al presente eso que me hizo daño. Miro de lejos mi vida y siento orgullo de lo conseguido, doy gracias y acepto más vida.
6. Ayudo a una persona necesitada y me ayudo a mi mismo. Cuando siento compasión y simpatía por alguien marginado o menospreciado, curo mis propis heridas. Por eso no voy a pensarlo mucho, ni temer acercarme a la pobreza, a la enfermedad, sino que voy a “hacer el bien sin mirar a quién”.
7. Abro mi creatividad a un mundo que es más cambiante que nunca. Doy alas a mi imaginación y abrazo la novedad. Entonces me encuentro con que la vida es hermosa, que siempre hay más cuando abro la puerta y voy afuera, dejando atrás la pereza, la mediocridad, el miedo a la inseguridad, al “qué dirán”. Y no voy solo o sola, sino con las mejores compañías.
8. Suelto lo que ya no me alimenta, ya sea: relaciones, ideas, emociones. Ya no me aferro ni temo molestar a alguien, solo me atrevo a avanzar sin ese peso, con honestidad y respeto a lo pasado. Como un primer ejercicio, libero un espacio de mi casa, ya sea un cajón, un armario, una habitación. Descubro la renovación interior, la limpieza emocional y mental que eso significa.
9. Encuentro la paz y el norte en las cosas pequeñas. Creo en la carpintería del día a día, en el aroma del café con una buena conversación y en el trabajo sin prisa pero sin pausa. Lo grandioso existe pero para llegar allá decido vivir respirando profundo y tomándome las cosas con calma.
Fuente: TMB network
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